Fue la primera doctora en el país en el campo de la luminotecnia. Y es una amante de la ciencia. Pero además, se define como optimista, lo que a esta altura de los acontecimientos no deja de ser una virtud. En una semana en la que los argentinos tuvimos índices históricos de pobreza, ella apuesta al conocimiento para salir de esta pesadilla y revertir el futuro, sobre todo para los que vienen. Hace pocos días, la Universidad Nacional de Tucumán la nombró Profesora Emérita, lo que la llenó de orgullo. Y hoy combina su tiempo académico con un cargo en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación que le encanta. Entre sus funciones está la de federalizar el conocimiento. Y Elisa Colombo apuesta con todas sus fuerzas a que los argentinos tenemos la receta para salir adelante, y la tenemos que concretar. “Menos teoría y más práctica”, dice. Elisa Colombo habló con LA GACETA y no dudó: “Tenemos todo para ser mejores”. Este fue el diálogo.
- ¿Qué sacamos de bueno desde la ciencia en los 18 meses que llevamos conviviendo con el virus?
- No hay dudas de que la pandemia nos exigió lo mejor del sistema científico y fue muy importante la reorientación de las investigaciones, como las vacunas, los test, los métodos para paliar la enfermedad, la creación de barbijos especiales, los programas de cuidados, la interpretación de las redes internacionales, con todos los datos que desde ahí se promueven. Se demostró que el sistema científico argentino tiene capacidad para atender, responder y apoyar las necesidades y las demandas de la comunidad, además de una respuesta internacional con vacunas en tiempos récords. Eso además nos impulsó en Argentina a crear varios grupos que trabajen en vacunas, lo que nos va a permitir lograr una soberanía en este tema tanto para este virus como para otros que puedan venir, o los que ya están presentes y todavía no tienen un tratamiento. La respuesta en nuestro país fue impresionante, en los distintos estudios de lo que se debía hacer para combatir a este virus. Dimos el ejemplo a nivel internacional. Lo que sí necesitamos fue un tiempo para poner en condiciones los hospitales, el sistema de salud, organizar la logística en todo sentido, a pesar de que siempre digo que los argentinos tenemos una cuota bastante alta de anomia en respetar las normas, que atraviesa toda la sociedad, lo que dificulta cualquier proceso. Es uno de los puntos que sin dudas tenemos que cambiar.
-¿A qué se refiere cuando habla de anomia? Los argentinos solemos ser bastante díscolos con las leyes y reglamentos...
- No tengo dudas de que es una cuestión cultural. Aún hoy, a pesar del tiempo pasado, todavía tenemos que explicar cómo se usa el barbijo. Hay gente que todavía se lo baja para hablar, que lo tiene por debajo de la nariz. Tuvimos que lidiar con las fiestas clandestinas, con gente que no respetó los protocolos, con malas informaciones. Pero no es sólo un problema de la pandemia. Somos así. Lo vemos todos los días en el tránsito, o en cualquier otro aspecto de la vida. Siempre se escucha la frase de que necesitamos un Estado presente, y es verdad, pero el Estado no puede poner una persona que controle cada cosa que hagamos. El Estado estuvo presente con la vacuna, por ejemplo, y así y todo no aún no logramos que todos vayan a vacunarse y eso ya no es culpa del Estado. Lo del barbijo es evidente. La gente lo usa por debajo de la nariz. Hay que estar repitiendo como se usa, y es algo fundamental de salud pública. Pero como eso, el uso del casco, los cinturones de seguridad, la limpieza de nuestros espacios, las conductas en espacios cerrados, el obvio respeto de las normas. Creo que como sociedad todavía tenemos mucho por mejorar.
- ¿Cuánto tiene que ver esto que usted dice con la educación, y ya no vista de lo que se enseña en las escuelas, sino en lo que se aprende desde el nacimiento en cada casa?
- Para mí todo es educación. Es el respeto a otro, a las leyes. Una vez escuché a un director del Instituto de Bioingeniería que decía que iban a trabajar con creatividad y con mucha libertad, pero siempre dentro de la ley y de las normas. Como si realmente hiciera falta aclararlo. Pero ese es el punto. Cuando algo no nos gusta hay que tratar de cambiarlo conquistando derechos, como los jubilados, las amas de casa, las mujeres. Hay que informarse. Hay que saber leer. Yo soy una gran lectora de LA GACETA desde siempre, la compro todos los días, incluso cuando no tenía dinero para hacerlo y el gacetero me daba formas de pago, y a pesar de que no siempre coincido con las líneas editoriales, siempre les pido más información, que me den lo que yo estoy buscando. El otro día leía la entrevista de Guillermo Monti a María Celia Bravo que me pareció esclarecedora, con ideas y fundamentos para conocer más del lugar que en el que vivimos. A mi ya no me interesan tanto las opiniones de tanta gente, sino conocer cómo fueron las cosas, cómo llegamos hasta aquí. Y para eso hay que leer mucho. Repito, hay que saber informarse, y eso quedó en claro en medio de la pandemia con personas que mal informaron y pudieron haber causado más daño que el que el virus nos hizo.
- Tuvimos que aprender todo de nuevo con esta pandemia, incluso a adquirir conocimiento...
- Creo que esto fue como que nos tiraran una bomba, que nos sacó de nuestra realidad cotidiana, que no conocíamos nada y no había maneras de hacer previsiones, no sabíamos nada. Entonces tuvimos que aprender de nuevo y así como sucede en una guerra, todo lo que nos pasó deja consecuencias. Pero el ser humano es resiliente. Creo que dentro de todo hubo cosas buenas, como por ejemplo el acercamiento en la familia, en momentos en que muchos perdieron su trabajo o sus afectos, y además un buen acompañamiento del Estado aunque haya habido críticas. Cuando los mayores no sabíamos cómo desempeñarnos con la tecnología, aparecieron hijos, nietos, hermanos, que nos ayudaron. Aprendimos mucho de la virtualidad. Los chicos nos ayudaron a descubrir nuevos mundos. Yo soy por naturaleza optimista, siempre miro para adelante. Los seres humanos buscamos siempre cómo salir de los problemas y hoy estamos avizorando el fin de la pandemia y tenemos que ver lo bueno que sacamos de ella. Siempre depende de nosotros, y por eso estoy muy orgullosa de poder acercarnos más a una soberanía científica como país, algo que considero fundamental y me parece que esta es una gran oportunidad.
- Está la creencia arraigada de que a los chicos no les interesa la ciencia. ¿Qué tan cierto es esto?
- Bastante errado para ser sincera. Hace un tiempo hicimos un relevamiento con estudiantes, una encuesta muy seria en cuarto y quinto año del secundario. Y los chicos piden conocer más científicos, más fábricas, más ingenios, más laboratorios. Contestaron todo, fue impresionante, un trabajo con mucho fundamento científico llevado adelante por profesionales. Yo aprendí en el Conicet que todo lo que se haga de divulgación de la ciencia es poco. Hay que abrir las puertas de las fábricas, de los ingenios para que los chicos conozcan cómo trabajan, qué es lo que sucede allí adentro. Hoy hay que hacer una enseñanza de las ciencias más dinámica, más experimental. Hay mucho por hacer en historia, por ejemplo, con líneas de tiempo dinámicas, para mostrar cómo va cambiando el contexto. Las líneas de tiempo me encantan, dejan mucho más claro todo. Hay que trabajar más en las ciencias sociales, con encuestas, en la física con laboratorios, con más horas de clases, con más apoyo en el estudio. Somos un país con menos recursos que otros, y por eso tenemos que pensar en cosas nuevas, ser imaginativos. Aprovechar lo de la virtualidad, con otra manera de estudiar. Hoy los exámenes los tomamos para saber si el alumno sabe o no sabe, y no debe ser así. Los controles de calidad del aprendizaje deberían ser ida y vuelta, que el que estudia y el que enseña aprendan, con proyectos de transferencia, con un feedback permanente. Hay que cambiar mucho del sistema, que sea con menos exposiciones, menos teoría y más práctica. Con el maestro parado frente al alumno, pero que los dos aprendan.
- Propone muchas cosas pero, ¿qué se está haciendo al respecto?
- Mucho, pero es imposible verlas en el corto plazo. En la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología había un laboratorio de física experimental que lo usaban todas las ingenierías. Allí no había clases teóricas, no había pizarrón, no había bancos. Sólo había mesas de trabajo y los que iban se dedicaban a investigar. Se revisaban los conceptos, y el examen era de ida y vuelta. A nosotros nos interesa que el chico sepa, no que apruebe. Y este laboratorio fue cuna de investigadores. El proceso de aprendizaje es un proceso de curiosidades, hay que aprender haciendo, y teorizar cuando hace falta. Hay que probar cosas alternativas. El ministerio de Educación de Tucumán tiene una sección de Calidad Educativa, el programa Formar, el programa Más Ciencia. Todo esto es una semilla. Se está construyendo. Hay que ver las cosas buenas, hay que corregir lo malo, y siempre seguir hacia adelante.
- ¿Cómo hacemos para que todo esto, que parece muy bueno, se cristalice?
- Ni en la educación, ni en la ciencia ni en la tecnología hay magia. Lo que hay es oportunidad de hacer políticas que nos sirvan a todos y que perduren. No se puede depender de que se modifique el gobierno y cambie todo. El Consejo Federal de Educación, por ejemplo, es un gran avance. Lo mismo con la educación técnica. Debemos sostener decisiones que sean tomadas con una comunidad que esté de acuerdo. Estoy segura que todos los argentinos estamos de acuerdo que debe haber educación de calidad y tecnología de calidad. Hoy todavía hay asimetrías altísimas en cuanto al desarrollo de tecnología entre la parte central y algo del sur del país y el NOA y el NEA. Estas últimas son las áreas de mayo debilidad, aunque dentro de Tucumán se están haciendo muchísimas cosas que inevitablemente se van a ver en el futuro. Hay programas específicos, se avanzó mucho con educación artística, técnica, con el programa Más Ciencia. No lo vamos a lograr ya. Pero tenemos el modelo de la Estación Experimental en Tucumán que pone a la ciencia y a la tecnología al servicio de la producción agroindustrial, y que es ejemplo a nivel nacional. Pero nada se hace de un día para otro. La federalización de la ciencia es un punto clave, y estamos trabajando para lograrla para que no haya esas diferencias entre el NOA y el resto de las regiones del país. Es a lo que apunto con mi trabajo en el Ministerio.
- En un país con tanta diversidad, con tan pobreza, con tanta falta de conectividad es difícil ser optimista cuando se habla de mejorar la educación...
- Para lograr la accesibilidad, sobre todo en contextos rurales dispersos, se necesita inversión para dar conectividad. Fue lo que pasó con el plan Conectar Igualdad, que fue un antes y un después, pero se discontinuó. Los chicos deben tener su computadora y deben tener conectividad. Para eso hay que invertir. Poner dinero y tener continuidad. Yo sé que ahí van a decir ‘ah pero Macri’, pero es que cuando se sacó ese programa fue un retroceso de cuatro años. Fue increíble. Necesitamos políticas públicas estables, hay cosas en las que tenemos que estar de acuerdo. Cuando se vuelve atrás en ciencia, revertir eso es durísimo. Ahora, por primera vez se aprobó una ley de financiamiento de la ciencia, pero si no lo empodero, si no escuchás lo que se necesita, si no vamos más allá de la cuestión política es muy difícil. Nosotros trabajamos con el Consejo Federal de Ciencia, hicimos relevamientos de necesidades, y eso hay que sostenerlo. Para eso se trabajó con la oposición y no hubo tantas divergencias. Entre todos tenemos que definir lo que queremos hacer y hacerlo, más allá del color político. Hay que federalizar el conocimiento. Que la gente no se quiera ir. Yo estoy segura de que la gente no se quiere ir a vivir a otro lado, pero se va cuando no encuentra respuestas. Y por eso hay que darles esas respuestas. Tucumán es un centro de excelencia en temas científicos y educativos. Con la Estación Experimental, cuatro universidades, el Conicet y sus dependencias como el Cerela, el Proimi. Tenemos muchas cosas para hacer. Hay que hacerlas. Hay que aprovechar todo lo bueno que tenemos.
- ¿Qué sintió al ser nombrada Profesora Emérita de la Universidad en la que usted estudió?
- Fue una caricia al alma, me encanto, recibí tantos mensajes de afecto… Vengo de una familia de servidores públicos y para mi es un orgullo. Y que además se reconozca a mi amada área de Luminotecnia, donde estudié con grandísimos profesores fue maravilloso. Me sentí muy honrada. Y además siento mucho agradecimiento, por mi familia, mis amigos, mis colegas, mis jefes, por haber hecho de mi lo que soy. En una enorme parte es por todos ellos.
- Se define como una optimista. ¿Podemos ser optimistas con el futuro de la ciencia, la educación y la tecnología en el país?
- Confío mucho en Tucumán y en Argentina. Vamos a salir adelante, con limitaciones, aunque tengamos errores, hay caminos para cambiar. Hay temas en los que los argentinos tenemos que estar muy unidos. Tenemos mucha capacidad, pero la palabra soberanía es fundamental. Tenemos científicos que se sientan a la misma mesa de las personas que deciden las políticas del mundo. En Tucumán entre otros tenemos a Olga Pintado, que es una eminencia. Lo importante es elegir cosas en las que estamos de acuerdo y no retroceder. Aprender de las enseñanzas que nos dejó la pandemia. Y seguir con políticas de educación inclusiva, continuidad, de proyección. Claro que podemos salir mejores. No tengo dudas.
Curriculum vitae
Elisa Colombo es doctora por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) con orientación en luz y visión. Profesora titular de la UNT e investigadora principal del CONICET, en el Departamento de Luminotecnia, Luz y Visión (FACET-UNT) y en el Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y Visión (ILAV-UNT-CONICET), de los cuales fue directora. Se desempeñó como directora del CCT CONICET Tucumán. Hoy es subsecretaria de Federalización de la Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación.